viernes, 16 de julio de 2010

Textos para Exposición de Miguel Hernández

Infinitas gracias por vuestros trabajos, Óscar y Jose Manuel, serán el punto de partida de este viaje a través de Miguel Hernández, ...Carmen, te esperamos impacientes.



A veces la vida de un hombre se convierte en el reflejo de la historia de un país, la historia de una tragedia. Miguel Hernández es uno de los rostros de aquel pasado de esperanzas y fracasos colectivos, de intolerancias y violencia, de vencedores y vencidos, que aún sigue despertando grandes emociones. La vida de Miguel Hernández es casi tan conmovedora como su obra poética y, sin embargo, no fue tan distinta a la de muchos españoles que vivieron en aquellas décadas del siglo XX. Quizás por esa identificación con los que más sufrieron fue elevado a la categoría de “poeta del pueblo” y su recuerdo es más difícil de borrar.

Nació el poeta hace un siglo, en una España atrasada en la que el analfabetismo y el trabajo infantil eran lo habitual para la mayoría, para los más humildes. Desde niño aprendió el oficio de pastor y fue en la sierra, rodeado de naturaleza, donde descubrió su fuente de inspiración y devoción por la literatura. Su aventura lírica encontró acomodo en la década de 1930, en un período agitado por los deseos de cambio social, la efervescencia política y la brillantez artística que, sin embargo, tropezó con demasiados obstáculos. En los últimos años su obra fue voz de las injusticias sociales y más tarde llanto de todos los que compartieron su triste destino de guerra, cárcel y muerte. Del olvido fue rescatado durante la Transición Democrática, cuando se convirtió en bandera poética de la España silenciada, y hoy se le sigue recordando porque, como escribió Pablo Neruda, recordar a Miguel Hernández es “un deber de España, un deber de amor”.

Óscar Bascuñán Añover.



Una biografía, ¿atrapa y agota la vida que la inspira, el enigma de la existencia que se aisla tras una piel? Particular vida en un interrogante: ¿Quién fue Miguel Hernández? ¿Conocemos realmente a una persona? ¿Se puede bordear nuestro cuerpo, nuestra frontera para con el exterior, con el fin de llegar a acceder a otro Yo, aún con el riesgo de perdernos momentáneamente a nosotros mismos? Aproximación ilusoria a unos ojos extraños que, de un modo u otro, creemos conocer. Pero aún así, podemos intentar dar un doble salto mortal hacia la carne o letra extraña. Y, como en todo, cuestión de grado.
Lejos queda ya la posibilidad de intentar llegar directamente al oriolano, si bien, todo lo que habita el mundo deja sus propias huellas. Algunos, las dejan inconscientemente y son poco profundas; otros, aún con la conciencia volcada en su empresa, no logran resultar más que un efecto de superficie; pero los hay que, intencionadamente o no, dejan huellas demasiado profundas como para no apreciarlas cuando se camina por tenderos y tenderos de palabras. Arqueología de una vida.
En este caso, se podría decir que disponemos, literalmente, de fragmentos de él; ¡Ardua tarea desligar al autor de su obra! Los lienzos fónicos y tipográficos que se presentarán e interpondrán entre usted y el mundo constituyen la disección, en medida de lo posible, de una existencia particular. Sí, aquí un órgano visual; allá, el órgano verbal, la lengua escrita de Miguel. Un rifle, más siniestro que diestro, cargado de versos que disparó para sentir. Un hombre, saco de piel y huesos de “ritmos mortales”. Un director de orquestas de lana, una voluntad encarnada, un abogado de las palabras. Un tercio de siglo atravesado por la guerra, una frente que tejió el léxico desde trono de paja y piedra. Metafísico bucólico, poeta de la sobriedad.
Al entrar, usted llega siendo su propia concepción de sí mismo, su espontaneidad y sus circunstancias –como dijo Don Ortega y Gasset- su pasado, su ocupación, su trabajo, su esposo o su mujer, la letra del banco y, quizá, también sed. Pasará y paseará escarbando entre carácteres y símbolos, renglones y comas; se apropiará del aliento mecanografiado de una voluntad singular, de un individuo que liberó, a su manera, a la poesía de palacios y “grandes” hazañas. Durante su inmersión en el despliegue de un espíritu abierto de par en par, Miguel Hernández será un poco más usted. Y, al marchar, usted caminará y respirará sonando disimuladamente a Miguel.
La visión está impregnada por la instancia desde la cual se realiza. Aún así, mis letras no son más que un simulacro introductorio, la respuesta a una petición. No hay maestros en el arte del sentir. La experiencia estética que va a tener lugar, lo tendrá gracias a usted y a Miguel: dos polaridades y un hecho.¿Quién es objeto y quién sujeto?

José Manuel Ortega García.

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